domingo, 6 de abril de 2014

Guerra, compromiso, y solidaridad.



Imágenes antiguas del convento-hospital de los Marianistas, en Arenas de San Pedro


Mis abuelos maternos fueron trabajadores infatigables.
Mi abuelo, Román Jerónimo,con su permiso de conducir en regla, obtuvo la segunda licencia de conductor de taxis y camiones de Arenas. Con estos permisos desempeñó el cargo de chofer para los Marianistas , que por entonces era un hospital para tuberculosos.
Las excelentes condiciones de este magnífico edificio, situado entre pinares frondosos, muy soleado, y situado a 3 km del pueblo más cercano, le hacían un sitio ideal para luchar por el restablecimiento de la salud; y también para ocultarse. Había enfermos que eran personas muy cultas, y con ideologías comprometidas. Lógicamente, estando en guerra, los enfermos que venían a recibir tratamiento eran personas pudientes económicamente, y muchos eran médicos prestigiosos. Profesionales que estaban enfermos y a la vez que sanaban ellos, se encargaban de los demás compañeros. En la terraza que veis en la imagen, los enfermos tomaban el tan beneficioso sol de primera hora de la mañana.
Los tuberculosos debían tomar alimentos frescos, sanos, y ricos en proteínas. Para adquirir estos alimentos, estaba mi abuelo, que era el único conductor autorizado a subir, diariamente, a Ávila capital.
Para subir de Arenas a Ávila, hay que pasar dos puertos de montaña, El Puerto del Pico, y Menga. Son 80 km llenos de curvas y nevados todo el invierno. Aún hoy es pesado el trayecto, imaginaos como sería en la época de la que os hablo, 1937, y España en guerra (en guerra incivil).
En la distancia que recorría diariamente, pasaba por zonas de ambos bandos: Los Republicanos y los Nacionales. Era muy arriesgado y difícil pasar de una zona a otra, pero a Román le dejaban. Era un gran hombre que se llevaba bien con todo ser humano, fuese de la ideología que fuese. Ese fue su salvoconducto para seguir vivo, el respeto profundo por todo ser humano.

Mi abuela era la persona de confianza de las monjas que llevaban este centro.Era tan querida, y de confianza, que en ese tiempo de graves carencias ella tenía llave y libertad en la despensa. Por sus excelentes dotes de cocinera, se encargaba de los menús, y tenía todos privilegios dignos de su persona y de su ayuda.. Todos vivían en este edificio, y también mis abuelos por un tiempo. Más tarde,se trasladarían a Arenas de San Pedro, (a 6 km del sanatorio) aunque mi abuelo continuó su trabajo y compromiso con su tarea de ayuda
Hay mil curiosidades y peligros de todo tipo, de este tiempo, que a mí me contó mi abuelo de primera mano y con todo detalle, y que os iré contando en otras entradas. Hay experiencias, que realmente erizan el vello, y parecen increíbles, pero había guerra, y en tiempo de guerra todo es incierto.
(Continúa...)

Duna.

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